El medio natural de las Islas Canarias se caracteriza,
de forma general, por ser un claro exponente de las secuencias y consecuencias
determinadas por su origen, la localización espacio-temporal del
mismo, y los procesos de especiación geográfica y
adaptativa de la flora y fauna que las colonizó y evolucionó
en ellas. Estos procesos, similares a otros en el planeta, han generado,
sin embargo, en nuestro caso, una riqueza y variedad de ecosistemas y formaciones
geológicas que determinan la importancia, singularidad y especial
fragilidad de las Islas. Así, el Archipiélago presenta unas
especificidades únicas tanto en su conjunto como de forma individual
frente a otras áreas de su entorno, junto a las que constituye la
región macaronésica (Cabo Verde, Azores, Madeira e Islas
Salvajes). Por todo ello, el mismo se configura en un área especialmente
particular dentro del panorama biogeográfico mundial, con singular
importancia desde el punto de vista zoológico y botánico
tanto por su diversidad, como por el elevado número de endemismos y la pervivencia de especímenes de flora Terciaria,
virtualmente desaparecidos en el resto del planeta. Asimismo, y dado su
volcanismo activo, rico y reciente, abundan especialmente elementos y formaciones
de esta naturaleza que constituyen el sustrato esencial de sus paisajes
y estructuras geomorfológicas.
Un acercamiento al medio natural canario ha de comprender,
pues, los diferentes aspectos antes citados que caracterizan de extraordinaria
manera estas Islas. Es necesario un somero acercamiento a la historia natural
de las Islas, a sus parámetros biogeográficos para posteriormente
describirlas como entorno natural y paisajístico condicionado, en
gran medida y en los últimos tiempos, por la acción humana.
Por su localización, el clima
templado de las Islas está sometido a la acción de efectos
muy variados como los anticiclones atlánticos y, en especial, al
régimen de los alisios. Estos vientos presentan dos componentes:
una capa inferior húmeda, de dirección nordeste, y otra superior
con aire seco y cálido de dirección noroeste, que al interactuar
generan una zona de inversión térmica con efectos visibles
como el mar de nubes. Estos vientos fluyen hacia las Islas de forma permanente
en verano, mientras que en invierno se alternan con entradas de aire polar.
Junto a ello, se hace sentir la influencia del continente africano, cuya
proximidad permite la intrusión, en verano sobre todo, de masas
de aire caliente sahariano.
A su vez, el contacto con la corriente marina fría
de Canarias atempera y suaviza las temperaturas, que oscilan entre los
quince y los veinte grados centígrados por término medio,
y cuyas máximas y mínimas se sobrepasan con las intrusiones
de masas de aire polares o saharianas antes mencionadas. Otro aspecto climático
determinante viene representado por las precipitaciones, relacionadas con
los vientos dominantes, y limitadas en las islas altas por el efecto barrera
de los macizos de sus dorsales y cumbres. Esto genera, junto al efecto
de lluvia horizontal de los alisios, una región nororiental húmeda
o Alisocanaria y otra suroccidental seca o Xerocanaria. Estas condiciones,
el relieve de las islas y en especial sus respectivas alturas y la exposición
al alisio, producen hechos diferenciales que generan una gran variedad
microclimática en el interior de las Islas. Este efecto se manifiesta
en la compartimentación barlovento-sotavento patente en todas las
Islas y en sus costas y medianías especialmente. En general, podemos
afirmar que en las Islas pueden presentarse combinaciones climáticas
que las dividen en zonas áridas, semiáridas, subhúmedas
y húmedas, atendiendo a las temperaturas y precipitaciones medias
anuales de sus diferentes comarcas, aunque esta variedad sólo está
presente, al completo, en las islas altas.
La flora de las Islas presenta más de dos
mil especies con casi setecientos endemismos propios y otros compartidos
con los otros archipiélagos próximos y la zona mediterránea-africana,
siendo el resto especies mayoritariamente introducidas. Esta flora se distribuye
en una serie de pisos bioclimáticos, sobre los que se localizan
ecosistemas basados en la altitud y exposición al alisio, y una
serie de pequeños hábitats sobre los que se ubican especies
que dependen especialmente del sustrato. No obstante, es necesario aclarar
que la intervención humana en los últimos siglos ha transformado
y variado la distribución potencial de muchas especies, introduciendo
nuevas y cambiando la estructura de los suelos para uso agrícola
o urbanístico.
Así, las Islas presentan además de
las dos grandes vertientes, nororiental y suroccidental, desde su litoral
hasta sus cumbres, más o menos elevadas, una serie de comunidades
caracterizadas especialmente por sus elementos vegetales.

El área inferior corresponde al piso basal
o matorral costero, que alcanza desde el borde superior del intermareal
hasta los 300-400 mts. en la vertiente de barlovento y hasta los 800 a
sotavento. Sus precipitaciones son escasas, menos de 250 mm. anuales, su
temperatura media es alta, unos 20º C, y sufre gran insolación.
En esta área podemos distinguir una zona litoral rocosa o de acantilados
costeros, caracterizados por la salinidad que aporta la brisa marina y
donde predominan las plantas halofitas como las siemprevivas y otras que
soportan bien este estrés hídrico y salino.
Hacia el interior
aparecen formaciones suculentas de tabaibas y cardones (Cardonal-Tabaibal)
y en menor medida aulagas, incienso, vinagreras, pitas y tuneras, todas
ellas especies especialmente adaptadas a este medio. Esta zona, existente
en todas las Islas, presenta además una gran variedad de pequeños
biotopos y hábitats ocupados por saladares, playas y jables con
plantas como la mostaza de mar, uva de mar y otras especies como la barrilla
y los salados, dunas en la franja costera y modificaciones curiosas en
desembocaduras de barranco con tarajales y palmerales. El Cardonal Tabaibal
es como formación vegetal un conjunto de plantas arbustivas donde
se intercalan balos, berodes, bejeques y magarzas. En esta zona se presenta
una fauna rica e interesante con gran parte de la avifauna migratoria y
parte de la nidificante. Los lagartos y otros reptiles, conejos erizos
y mamíferos mas comunes y, por supuesto, una gran variedad de insectos
ligados a las comunidades vegetales, no presentan especificidades y se
distribuyen, salvo algunos insectos, con carácter general por toda
la isla.
Por encima del área inferior aparece la formación
denominada bosque termófilo o piso de transición, con mayores
recursos hídricos y temperaturas moderadas; en el mismo se localizan
sabinares, palmerales, dragonales y bosques de almácigos, lentiscos
y acebuches. Estas formaciones están ausentes en los islotes pero
aparecen en las islas mayores, con formaciones ligadas a cuencas de barrancos,
como sauzales y cañaverales. Es una zona relíctica muy deteriorada,
que se localizaba entre los matorrales de suculentas de la zona inferior
y los bosques de medianías superiores, entre los 300 y los 500 metros,
en los que se produce una gran ocupación agrícola y urbana
junto a la franja costera. En esta área se presentan gran número
de especies de aves, sobre todo pájaros, ligadas a zonas de cultivo,
abandonadas o productivas y a las formaciones vegetales potenciales de
la zona.

El piso superior o montano presenta en su vertiente
de barlovento el monteverde, entre los 600 y los 1200 metros, ocupado por
dos formaciones características; la laurisilva, con laureles, barbusanos,
viñatigos, acebiños, tilos, palo blanco, etc., en su límite
inferior, y el bosque de fayas y brezos (fayal-brezal) por encima. Estas
formaciones no están presentes en Lanzarote y Fuerteventura dado
que su altura las hace inviables, mientras que en el resto ocupa una franja,
con temperaturas medias de quince grados, y precipitaciones cercanas a
los 1000 mm. anuales. Es un bosque perennifolio, con abundancia de helechos,
musgos y líquenes, relicto de la flora terciaria mediterránea
(15 a 40 millones de años), que recibe el aporte de la lluvia horizontal
de los alisios y con singular riqueza en endemismos vegetales animales.
Actualmente perdura en pocas zonas ya que de ellos se obtenía la
madera necesaria para combustible y construcción, y se localizaban
zonas agrícolas, con la consiguiente deforestación y pérdida
de masa boscosa, que supuso y supone pérdidas de suelo importantes.
Sin embargo, estas zonas cultivadas regeneran la vegetación potencial
al ser abandonadas en secuencias, donde las cerrajas, vinagreras y otras
especies comienzan la tarea de recuperacion natural.
El piso climático siguiente o zona de montaña
tiene al pinar como formación predominante, que se distribuye a
sotavento en la franja correspondiente al monteverde y por encima de este
hasta los 2300 metros en barlovento, a excepción de La Gomera, Fuerteventura
y Lanzarote donde no está presente. Junto a las masas de pino canario
endémico aparecen asociados escobones, jaras, amagantes, codesos
y otras especies arbustivas, entre las que viven especies de avifauna como
el pinzón azul, el picopicapinos y el herrerillo.
Las cumbres por encima de los 2000 metros presentan
una vegetación de alta montaña (retamal-codesal)susceptible
de ser apreciada claramente en Tenerife y La Palma, y en menor medida en
Gran Canaria. Destacan los matorrales de retamas y de codesos, y en algunos
caso el fastuoso tajinaste. Por encima de estas formaciones sólo
existen especies adaptadas a la gran altura del pico Teide, soportando
un gran estrés térmico y hídrico: son los casos de
la violeta del Teide y formaciones de líquenes. Asimismo, hay que
señalar que dependiendo de las características del sustrato
suelen aparecer pequeños enclaves, en riscos, sobre coladas recientes,
etc., comunidades o incluso escasos individuos adaptados a estas situaciones
particulares, bejeques, berodes y otra vegetación rupícola.

La vegetación se organiza en una serie de pisos bioclimáticos que
estructuran el paisaje vegetal y cambian con la altitud, en función de
las variaciones de humedad y temperatura.
En los niveles más próximos al mar, caracterizados por las elevadas temperaturas, insolación y salinidad, encontramos las comunidades del cinturón halófilo costero, compuesta por matorrales poco densos que resisten estas condiciones mediante adaptaciones como portes rastreros, tallos suculentos, espiniscencia, hojas pequeñas y cerosas. Algunas de estas especies son: lechuga de mar, uva de mar, piña de mar, siempreviva y magarza.
Inmediatamente por encima, se establece el cardonal-tabaibal, que ocupa el piso bioclimático basal, formado por matorrales más densos y de mayor porte, adaptados a elevadas temperaturas e insolación y escasez de precipitaciones, caracterizado por la presencia de euforbias como tabaiba dulce (cerca de costa), cardones (más lejos de la costa), tabaibas amargas (en zonas degradadas) y acompañadas por arbustos como verodes, salado, orijama, balos, cornicales, etc.
El piso termófilo o de transición (que en muchas ocasiones aparece entremezclado con el piso basal), se compone por formaciones más o menos abiertas de especies arborescentes adaptadas a ambientes de temperaturas más suaves y con mayor humedad. Las especies más comunes son: palmera canaria, drago, sabina, acebuche, almácigo, peralillo y orobal.
En las vertientes del norte, algunas subcomarcas del sureste, Anaga y Teno, en la franja afectada por el mar de nubes, podemos encontrar los restos de una formación vegetal del terciario, la laurisilva, un bosque espeso de gran biodiversidad y estratificado, dominado por especies de hoja ancha y perenne, adaptadas a la elevada humedad. Sus especies más características son: laureles, brezos, fayas, acebiños, tilos, madroños, bicacareras, viñátigos, follaos y barbusanos.
Por encima de la influencia del mar de nubes, aparece el pinar, un bosque abierto preparado para los contrastes climáticos y compuesto por una sola especie de árbol (pino canario) que se acompaña por escasos arbustos, como jaguarzos, codesos, brezos, escobones y jaras, o por hierbas, como el tomillo, corazoncillo y poleo.
El piso de cumbre ocupa las zonas más altas y está compuesto por un matorral de densidad variable formado por retamas y codesos, adaptados a las duras condiciones climáticas de las cumbres de Tenerife (heladas, insolación, contrastes térmicos).
Existen ecosistemas, como barrancos, cuevas o paredes rocosas de acantilados, que acogen comunidades específicas sin que se puedan englobar en ninguno de los pisos anteriores, pero con flora singular y alto valor científico y paisajístico.
En Tenerife encontramos también un considerable número de especies introducidas de modo voluntario o accidental que puntualmente modifican la composición florística de los pisos bioclimáticos. Algunas, como el rabo gato y la amapola de california (extendidas por las medianías y zonas costeras de la isla), deben ser consideradas como invasoras exóticas, ya que suponen una seria amenaza para la flora local al competir por los mismos recursos. Para solucionar estas afecciones, se realizan campañas periódicas de erradicación de esas especies.
Las especies agrícolas también fueron introducidas en su momento y se han adaptado a las particulares y diversas condiciones de diferentes zonas, favoreciendo la aparición de variedades locales, como algunos tipos de papas y castañas, que incrementan la biodiversidad insular. Estas especies se distribuyen en función de la actividad agrícola, formando parte de la rica biodiversidad vegetal de la isla y de sus paisajes.
En los niveles más próximos al mar, caracterizados por las elevadas temperaturas, insolación y salinidad, encontramos las comunidades del cinturón halófilo costero, compuesta por matorrales poco densos que resisten estas condiciones mediante adaptaciones como portes rastreros, tallos suculentos, espiniscencia, hojas pequeñas y cerosas. Algunas de estas especies son: lechuga de mar, uva de mar, piña de mar, siempreviva y magarza.
Inmediatamente por encima, se establece el cardonal-tabaibal, que ocupa el piso bioclimático basal, formado por matorrales más densos y de mayor porte, adaptados a elevadas temperaturas e insolación y escasez de precipitaciones, caracterizado por la presencia de euforbias como tabaiba dulce (cerca de costa), cardones (más lejos de la costa), tabaibas amargas (en zonas degradadas) y acompañadas por arbustos como verodes, salado, orijama, balos, cornicales, etc.
El piso termófilo o de transición (que en muchas ocasiones aparece entremezclado con el piso basal), se compone por formaciones más o menos abiertas de especies arborescentes adaptadas a ambientes de temperaturas más suaves y con mayor humedad. Las especies más comunes son: palmera canaria, drago, sabina, acebuche, almácigo, peralillo y orobal.
En las vertientes del norte, algunas subcomarcas del sureste, Anaga y Teno, en la franja afectada por el mar de nubes, podemos encontrar los restos de una formación vegetal del terciario, la laurisilva, un bosque espeso de gran biodiversidad y estratificado, dominado por especies de hoja ancha y perenne, adaptadas a la elevada humedad. Sus especies más características son: laureles, brezos, fayas, acebiños, tilos, madroños, bicacareras, viñátigos, follaos y barbusanos.
Por encima de la influencia del mar de nubes, aparece el pinar, un bosque abierto preparado para los contrastes climáticos y compuesto por una sola especie de árbol (pino canario) que se acompaña por escasos arbustos, como jaguarzos, codesos, brezos, escobones y jaras, o por hierbas, como el tomillo, corazoncillo y poleo.
El piso de cumbre ocupa las zonas más altas y está compuesto por un matorral de densidad variable formado por retamas y codesos, adaptados a las duras condiciones climáticas de las cumbres de Tenerife (heladas, insolación, contrastes térmicos).
Existen ecosistemas, como barrancos, cuevas o paredes rocosas de acantilados, que acogen comunidades específicas sin que se puedan englobar en ninguno de los pisos anteriores, pero con flora singular y alto valor científico y paisajístico.
En Tenerife encontramos también un considerable número de especies introducidas de modo voluntario o accidental que puntualmente modifican la composición florística de los pisos bioclimáticos. Algunas, como el rabo gato y la amapola de california (extendidas por las medianías y zonas costeras de la isla), deben ser consideradas como invasoras exóticas, ya que suponen una seria amenaza para la flora local al competir por los mismos recursos. Para solucionar estas afecciones, se realizan campañas periódicas de erradicación de esas especies.
Las especies agrícolas también fueron introducidas en su momento y se han adaptado a las particulares y diversas condiciones de diferentes zonas, favoreciendo la aparición de variedades locales, como algunos tipos de papas y castañas, que incrementan la biodiversidad insular. Estas especies se distribuyen en función de la actividad agrícola, formando parte de la rica biodiversidad vegetal de la isla y de sus paisajes.
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